jueves, 17 de diciembre de 2015

¡AH, BABILONIA, MALDITA...!

Nos habíamos llamado a silencio por razones de fuerza mayor -y al punto volveremos al mismo-, sino que no podemos dejar de repetir a viva voz la identificación de la Roma usurpada y trastrocada con la Meretriz Magna del Apocalipsis, «cuyo nombre es Misterio», y que está «ebria de sangre de los mártires de Cristo». Para esos mártires, cuya memoria se esmera en afrentar con sus asiduas procacidades, la Ramera sabe alternar una beatificación con un espectáculo de burdel. Ya es todo nuestro el estupor que san Juan probara ante una visión tan increíble, y esto porque quienes conducen a la Iglesia siguen elevando sin cesar la apuesta, sin que podamos siquiera colegir qué nueva y más grave impudicia ofrecerán la próxima semana.

Como esos tres líderes religiosos (el católico, el protestante y el cismático oriental) que Soloviev reunió en su célebre relato no a instancias del ecumenismo post-conciliar (esto es: no unidos por el amor sino por el espanto ante la figura cada vez más reconocible del enemigo), los cuales, en un momento de la tramposa alocución del gran líder laico no dudaron en denunciarlo al grito de: «¡hermanos! ¡Es el Anticristo!», así creemos tener que clamar, a la vista de la basílica junto al Tíber: «¡hermanos! ¡Es Babilonia!», apremiando el paso antes de que un nuevo Vesuvio la sepulte en el fuego de su indignación. Porque ha de saberse que, luego del reciente espectáculo de luces e imágenes sobre la cúpula de san Pedro, que emplazó -el mismísimo día de la Inmaculada- simios y tucanes allí donde reposan los restos del Príncipe de los Apóstoles, ahora se anuncia, para abril próximo, el Primer Congreso Mundial de la Sociedad Europea de Ginecología Estética (!!!), que ya hizo circular sus invitaciones, convenientemente ilustradas con la fachada de la basílica mayor de la Iglesia.




¡Qué triunfo se han reportado los infames! No sin escrúpulos al tener que consignar aquí tales datos, «porque las cosas que hacen ellos en secreto, no permite el pudor ni aun decirlas» (Ef 5, 12), del programa del Congreso se deduce la participación de una entente de quirurgos que, en las instalaciones del Institutum Patristicum Augustinianum, tratarán cuestiones tales como la estimulación del "punto G" para una vida sexual más satisfactoria, o bien sobre "reconstrucción vaginal", himenoplastia, engrose de los labios de la vulva con injertos de grasas y tejidos, lifting del clítoris y cosmética vaginal, todo con proyecciones audiovisuales. De entre los profesionales participantes, venidos de distintos países del mundo, figuran como los más numerosos cinco connacionales del Sumo Pontífice: algo así como una firma. El programa, en inglés, consta aquí.

Amparada por la apariencia aséptica de "ciencia", si algo demuestra esta asamblea de corruptores es su avidez por profanar el último reducto sacro (o lo que se les representa como tal) en un mundo definitivamente volcado al hedonismo sin freno. Alcanza tan fácilmente su objetivo sólo a instancias de una Jerarquía que ya viene consagrando lo venéreo en todas sus versiones y perversiones, rendida antes de pelear y, muy a menudo, partícipe material de cuanta aberración sexual encuentre cauce en la hipnótica demencia de una población mundial tele-dirigida por demonólatras.

Ni un cineasta como Buñuel, con sus sopesadas dosis de anticlericalismo, non-sense y amargura existencial, hubiera podido excogitar un pastiche tamaño. A la nueva Iglesia y a sus fieles y ministros, y a sus invitados, cada vez más configurados todos con Babilonia, sólo les cabe por epitafio espiritual aquel elocuente paso del refranero: puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija.