lunes, 31 de agosto de 2015

ADIVINANZAS

por Alejandro Sosa Laprida

Adivinanzas del día: lean las citas siguientes e intenten adivinar a cual de los autores mencionados pertenecen...


I. Me pregunto con Ustedes educadores: ¿velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas a los múltiples desafíos que la sociedad hoy plantea a la humanidad? ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda, no desentenderse de lo que pasa alrededor? ¿Son capaces de estimularlos a eso? Para eso hay que sacarlos del aula, su mente tiene que salir del aula, su corazón tiene que salir del aula. ¿Cómo entra en la currícula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida que nos rodea, con sus preguntas, sus interrogantes, sus cuestionamientos? ¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano? El diálogo, esa palabra puente, esa palabra que crea puentes.

1. Jean-Jacques Rousseau. 
2. Emmanuel Kant 
3. Papa Francisco


II. La evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos "mutuamente a llevar las cargas". El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás. De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, ¡luchar por la inclusión a todos los niveles!

1. Martin Luther King 
2. Leonardo Boff 
3. Papa Francisco


III. La migración, la concentración urbana, el consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la convivencia social. Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades. La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas, crear un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien cohesionado.

1. Gustavo Gutiérrez 
2. Adolfo Pérez Esquivel 
3. Papa Francisco


IV. ¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido, si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador, que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío, cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas? Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas.

1. Milagro Sala 
2. Dom Helder Cámara 
3. Papa Francisco


V. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad, que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad. No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente.  Además, el desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo.

1. Ban Ki-Moon 
2. El Dalai Lama 
3. Papa Francisco


VI. Dios omnipotente, que estás presente en todo el universo y en la más pequeña de tus criaturas, Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe, derrama en nosotros la fuerza de tu amor para que cuidemos la vida y la belleza. Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie. Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos. Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción. Toca los corazones de los que buscan sólo beneficios a costa de los pobres y de la tierra. Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa, a contemplar admirados, a reconocer que estamos profundamente unidos con todas las criaturas en nuestro camino hacia tu luz infinita. Gracias porque estás con nosotros todos los días. Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha por la justicia, el amor y la paz.

1. Paulo Coelho 
2. Pierre Teilhard de Chardin 
3. Papa Francisco


VII. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperío de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.

1. Pío XI 
2. San Pío X 
3. Papa Francisco

viernes, 28 de agosto de 2015

MÁS, MÁS ABOMINACIÓN

Sobran los indicios de que Francisco entiende restablecer las calificaciones teológicas, otorgándoles el nihil obstat a obras como las de Francesca Pardi, escritora italiana de cuentos infantiles de temática homosexual. Según parece, la muy perdularia ventiló el contenido de una carta que el pontífice le enviara hace casi dos meses, en la que éste la alentaba a continuar «con su proficua actividad», impartiendo luego la bendición apostólica «para toda la familia» de la escritora, constituida por ella y su consorte -mujer-, más los cuatro infelices párvulos recibidos en adopción. Menos mal que el portavoz adjunto del Vaticano, padre Ciro Benedettini, salió a aclarar que «se trataba de una carta privada que no estaba destinada a ser divulgada», aunque éste y otros casos parecen revelar la astuta táctica de Bergoglio, consistente en instar a los destinatarios de sus beneplácitos a poner por obra la exhortación evangélica de proclamar desde la azotea lo susurrado al oído. [Ver la noticia aquí y aquí]

Se sabe que abundan los tontos proclives a excusar estos actos del magisterio oblicuo, toda vez que un accidente o la presunta deslealtad de algún quídam les hayan quitado su carácter de "secreto". Al fin de cuentas, el mismísimo Franciscus se encargó de minimizar la existencia de un lobby gay en el Vaticano. «Esto no puede probarse», dicen que dijo. Si acaso, lo único que pudiera probarse es la designación de prelados preferentemente bufarrones para los cargos de mayor relieve.

El próximo cónclave elegirá Papa a Elton John,
que podrá darse el gusto de recobrar la muceta
despreciada por Francisco
«Y en su frente tenía escrito este nombre: misterio, Babilonia magna». Que el cauce subterráneo de las herejías combatidas a lo largo de la historia (y acompañadas a menudo por la perversión venérea como por un signo visible de su intrínseca maldad) acabe por brotar a borbotones en la elevada colina vaticana, es cosa del mayor misterio, de una mística pervertida que apura el más insospechable desenlace de los tiempos. Revela, en todo caso, al Mysterium iniquitatis oponiéndose al Mysterium fidei, pretendiendo asentar su cloaca en el Templo, ganoso de todas las usurpaciones y retorcimientos.

Que alguien les recuerde a estos degenerados que a sus fétidas conquistas sigue un Juicio.

martes, 18 de agosto de 2015

AL ROTARIO MÁS ILUSTRE

A poco de su espeluznante elección al Solio de Pedro, no faltó algún escrutador de meteóricas carreras eclesiásticas que recordara la adscripción de Bergoglio al Rotary Club de Buenos Aires, en calidad de miembro honorario, allá por 1999. A pocos inquietó la novedad, en un mundo empeñado hasta el hartazgo en ensamblar organismos inconciliables: un papa rotario, al modo de la hidra de Lerna o de los centauros, ya parece tener pleno derecho a admisión en un bestiario de los híbridos de la tarda modernidad. Últimamente, con ocasión de su reciente viaje por Hispanoamérica, rotarios bolivianos de Santa Cruz de la Sierra regalaron a Francisco una placa celebrativa de su condición de «Rotario más Insigne de la Historia». De modo que, a juzgar por la declaración de los propios homenajeantes y por la condescendencia amistosa del homenajeado, hoy puede sin hipérbole afirmarse que han acabado por identificarse en una sola persona -si tal cosa fuera posible- la máxima autoridad espiritual del orbe y el más ilustre retoño de una institución que cultiva y promueve el indiferentismo religioso. 

Unos breves apuntes de lo que don Curzio Nitoglia expone más por extenso aquí servirá para tener un panorama de lo que es, en verdad, el Rotary. Y de las coincidencias para nada fortuitas entre su neblinoso ideario y algunos de los más selectos apotegmas bergoglianos (ejemplo, aquel «si la educación de un chico se la dan los católicos, los protestantes, los ortodoxos o los judíos, a mí no me interesa...»). A saber:


Surgido el 23 de febrero de 1905 en Chicago, entre los cuatro fundadores del Rotary Club se cuenta Paul Percival Harrys, abogado y masón. La rueda azul con 24 dientes y 6 rayos, representativa de la institución, simboliza la rueda de los carros de los pioneros de la aventura americana, los Pilgrim Fathers venidos desde Inglaterra y Holanda a vivir más libremente su protestantismo puritano y calvinista. Si los dientes representan un engranaje mecánico, figura de la revolución industrial y una visión del mundo o "filosofía" marcadamente tecnológica y tecnocrática, hay también un simbolismo más esotérico de ese emblema: la rueda participa de la perfección sugerida por el círculo, y remite también al movimiento y al devenir, a la tensión hacia elevados estándares (profesionales, éticos, personales). Pero la rueda es también la rota mundi, símbolo del mundo, porque la vocación rotaria implica universalidad y mundialismo planetario. El Rotary aspira a adoptar dentro de su propia circunferencia la universalidad de las naciones, de las razas, de las culturas. El color azul de la rueda significa la tensión cósmica, como el agua del mar, la bóveda del cielo (y la logia masónica) y significa la voluntad de reunificar todas a todas las naciones en un Nuevo Orden Mundial más amplio (véase la bandera de la ONU) mediante un sentimiento de amistad filantrópica. El color azul está rodeado por el amarillo oro, que significa la excelencia, que es el cuarto concepto de la filosofía rotaria (a saber: tecnocracia, mundialismo, filantropía y excelencia), lo que hace que el rotario sea un iniciado, no un hombre cualquiera: es parte una élite tradicional que tiende a una perfección sin fin.

La vitalidad de los diversos clubes rotarios de todo el mundo (27.000, con 1.200.000 miembros en 150 países) se originó en el espíritu "americanista", en coincidencia con el tiempo en que Estados Unidos se estaba convirtiendo en una superpotencia mundial después de la guerra con España (1898), y Cuba, Puerto Rico y Filipinas quedaban bajo su órbita. Este sentimiento americanísimo de atraer la atención de todo el mundo no es ajeno al deseo rotario de expansión total y supranacional. Es menester decir que si la doctrina y la praxis pública del Rotary son muy similares a las de la masonería, carecen, con todo, de esas connotaciones de secreto y esoterismo que distinguen a ésta. Pronto el Rotary aparecerá como una masonería pública y como la antecámara de aquella esotérica y secreta, donde los masones pueden pescar personas fácilmente para hacerlas luego "hermanos tres puntos". En algún sentido es incluso peor que la Masonería angloamericana, que postula como exigencia primaria la creencia en el Gran Arquitecto del Universo, mientras que el Rotary está por encima y por fuera de cualquier concepción religiosa.

La filosofía de los cuatro fundadores del Rotary está llena de racionalismo, influenciado por el pragmatismo americano de William James. Siendo el indiferentismo religioso una de las principales acusaciones que la Iglesia ha levantado contra el Rotary, no extraña que se lo condenara bien pronto como a una forma de para-masonería. El 4 de febrero 1929 el Santo Oficio publicó un decreto que prohíbe a los sacerdotes italianos unirse a la Asociación rotaria, mientras que en España el cardenal primado Pedro Segura y Sáenz, Arzobispo de Toledo, extendía el 23 de enero 1929 la prohibición incluso a los simples laicos bautizados, ya que la Asociación se basaba en una moral autónoma y laicista, una concepción mundialista, una idea de fraternidad filantrópica en oposición a la virtud teologal de la caridad y una filosofía subjetivista y relativista.

Todavía en 1951 un decreto del Santo Oficio negaba todo permiso a los sacerdotes para inscribirse en las sociedades secretas, con referencia implícita al Rotary. Los vientos cambiaron cuando el cardenal Angelo Roncalli, durante su patriarcado en Venecia (1953 a 1958) y pese a las prohibiciones en pleno vigor mantuvo numerosos contactos con los rotarios. Ya Papa, el 20 de abril 1959 recibió por primera vez a los rotarios de Italia, a lo que siguió una segunda acogida el 20 de marzo 1963. No menos debe decirse del cardenal Giovanni Battista Montini, arzobispo de Milán, que el 13 de noviembre 1957 había asistido a la reunión del club rotario milanés, recibiendo luego, ya como Paulo VI, una representación rotaria el 28 de setiembre de 1963, y luego otra el 20 de marzo de 1965, y otra, y otra más, para que finalmente Juan Pablo II dirigiera un mensaje de viva simpatía a los rotarios de la LXX Convention el 14 junio de 1979, y luego otro el 13 de febrero de 1984 y aun el 25 de febrero 1989.


Como puede comprobarse, el progreso de la rueda dentada no se detuvo, y hoy tenemos un papa rotario festejado por los suyos como el sujeto más insigne de la secta.



martes, 4 de agosto de 2015

A PROFANAR SE HA DICHO

Un fenómeno que hubiera sido imprevisible hace unos años, visto el avance imparable de la impiedad y la creciente indiferencia y escarnio para con todo lo tocante a la religión, es éste de la presión ostensible de las masas sobre la Iglesia para instarla a mudar la disciplina de los sacramentos, requiriendo a viva voz un indulto para su recepción incondicional. Como en todos los casos en los que se manifiesta el monstruo tele-dirigido de la opinión pública, haremos bien en desconfiar de la espontaneidad del clamor y en atribuirle un agente oculto, pero lo cierto es que este reclamo cunde entonces cuando todo hacía entender, humanamente hablando, que la atención a la práctica religiosa se extinguiría al mismo paso que la tecnología siguiera propiciando una indefinida inmersión en los goces terrenos, sin margen para recordar las postrimerías ni por azar.

Pero no. Y como este imprevisto interés por la Eucaristía parece escaparle a toda lógica humana -y máxime en atención a lo que supone- tendremos que remitirlo a influjo demoníaco, no sin profunda analogía con la increíble condensación de injusticia y crueldad verificadas en la Pasión del Señor, cuando Él mismo -en atención a la acción conjunta de hombres y demonios- pronunció esa sentencia por siempre memorable: haec est hora vestra et potestas tenebrarum. 

Consta que esta manifestación del misterio de iniquidad próxima a verificarse -el de la admisión oficial a comulgar el Cuerpo de Cristo a quienquiera, sin importar las disposiciones: adúlteros, invertidos, impenitentes de toda ralea, quizás incluso animales- viene copiosamente precedida de vistosos jalones anticipatorios: la reforma -mejor «ruptura»- litúrgica; la práctica de la comunión en la mano, impartida a menudo por los mismos fieles; la reducción al mínimo del ayuno eucarístico, que resulta irónico seguir llamando ayuno, etc. No ha faltado, para mayor oprobio, el obispo presidente de Conferencia Episcopal dando la comunión a un notorio transexual; ni se les ha ahorrado a las sufrientes conciencias cristianas el espectáculo de la sustitución del copón por vasitos de plástico en las misas papales multitudinarias, incluyendo las hostias consagradas caídas en el fango por inadvertencia, y la omisión ya constante y definitiva de las respectivas genuflexiones, de parte del pontífice, al momento de la doble consagración...

En las Flores de poetas ilustres, de Pedro Espinosa (antología de autores del Siglo de Oro preparada por un contemporáneo) se cuenta un soneto de Alonso de Salas Barbadillo al Bautista en el que, luego de encomiar al Precursor, le dirige a éste un retórico reproche a propósito del Ecce Agnus Dei, y dice:

¿Para qué le mostráis, varón famoso,
a un pueblo que después tiranamente
ha de ser de su sangre carnicero?

Encoged vuestro dedo milagroso,
y advertid que mostrarle a aquesta gente
es mostrar a los lobos el cordero.


Esto es, señaladamente, lo que ya se viene ejecutando en la nueva Iglesia, en la que, al par que el sacramento de la confesión se ha vuelto superfluo, las filas para comulgar rebosan gente. Esto es lo que, con una nueva torción en las crapulosas maquinaciones de los responsables, se intentará lograr después de octubre: exhibir al Cordero de Dios a la angurria de los lobos, que ahora vale retocar el dicho de Hobbes en homo, homini Deoque lupus. No sabemos aún si la novedad en ciernes incluirá una alteración de la epíclesis consecratoria, de modo que la misa deba ser considerada a todas luces inválida -y por tanto, una parodia del verdadero Sacrificio- o bien si, para mayor daño, las fórmulas continuarán inmutables y la Presencia Real será mancillada más a sabiendas, con acrecido ultraje. En cualquier caso, la autoafirmación del hombre y el afán deicida conocerán una profundización inaudita. Se surtirá una redención automática, a la medida del más patán, y el Señor seguirá sufriendo en sus miembros; y no sería de extrañar que, recitada por el sacerdote la invitación a comulgar, los asistentes respondan «soy digno, dignísimo, de que entres en mi casa...». Hasta que, después de esta suprema humillación inscrita en su obra redentora, Él mismo disponga manifestarse -para estupor de todos aquellos que proclamarán el definitivo «Ecce»- como aquel Cordero degollado «digno de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza». Entonces se verificará el doble y pendiente veredicto que hacía felices a los que lloran y pronunciaba el ¡ay! sobre los satisfechos.