viernes, 7 de noviembre de 2014

...Y EL OBISPO CANTÓ LAS CUARENTA

Ya venía siendo demasiado unívoco en Roma el culto a Venus y a Pluto, cuando la aparente paz de los embaucadores se vio conmovida por la irrupción del Dios de los ejércitos que venía a reclamar los honores a él debidos. Y la molicie y los chanchullos y el oprobioso silencio que les servía de manto, sufrieron todos la inesperada detonación servida por aquel cañonero que no dormía, uno de los pocos firmes en su puesto.

Mons. Athanasius Schneider: ¡duro con el báculo!
El Sínodo por el que se pretendió dar sanción legal al desorden y a la traición, ya muy avanzados en la práctica, terminó por ofrecer un espectáculo del que casi nadie guardaba memoria: un puñado de hombres de la Jerarquía hablando en cristiano y rechazando categóricamente las variaciones contrarias al derecho divino y natural que se pretendía imponer.

El más reciente testimonio es digno de enmarcar, y sus palabras debieran ser memorizadas y voceadas a coro por los fieles al oído de sus componenderos obispos. Son de monseñor Athanasius Schneider, y vale aclarar que la pólvora por él empleada contra los farsantes huele a rosas de este lado, y el estruendo de cañón se trueca acá en música, y de la buena. Van unos fragmentos de la entrevista publicada íntegra por Rorate Coeli en traducción de Infocatólica, con algunos pasajes omitidos por éstos y que nos decidimos a incluir:

♦ Durante el Sínodo, hubo momentos de evidente manipulación por parte de algunos clérigos con puestos clave en la estructura editorial y rectora del Sínodo. El informe provisional (Relatio post disceptationem) era claramente un texto prefabricado sin referencia alguna a las efectivas declaraciones de los padres sinodales. En las secciones sobre homosexualidad, sexualidad y los «divorciados vueltos a casar», el texto representa una ideología neo-pagana radical. Esta es la primera vez en la historia de la Iglesia que un texto por el estilo haya sido efectivamente publicado como documento de una reunión oficial de los obispos católicos bajo la guía de un papa, aunque el texto tuviese sólo un carácter preliminar.
♦ Gracias a Dios y a las plegarias de los fieles de todo el mundo, un número considerable de padres Sinodales rechazaron decididamente esa agenda. Es una agenda que refleja la moralidad general corrupta y pagana de nuestra época, que está siendo impuesta mundialmente mediante la presión política y a través de los casi todopoderosos medios de comunicación oficiales, leales a los principios de la ideología mundial de género. Este documento sinodal, aunque sólo fuera provisional, constituye una auténtica vergüenza y una indicación de la medida en que el espíritu del mundo anticristiano ha invadido niveles importantes de la vida de la Iglesia.
♦  El intento de someter a votación la verdad divina y la Palabra de Dios es indigno de los que, como representantes del Magisterio, deben transmitir celosamente, como siervos buenos y fieles (cf. Mt 24, 45) el depósito divino. Al admitir a los «divorciados vueltos a casar» a la Sagrada Comunión, esos obispos establecen una nueva tradición por su propia voluntad, vulnerando con ello el mandamiento de Dios, como Cristo reprochaba a los fariseos y a los escribas (cf. Mt 15,3). Y lo que es peor es el hecho de que esos obispos intentan legitimar su infidelidad a la Palabra de Cristo mediante argumentos como la «necesidad pastoral», la «misericordia», la «apertura al Espíritu Santo». No tienen reparo ni escrúpulo en pervertir de forma gnóstica el verdadero significado de esas palabras, denostando a los que se oponen a ellos y defienden el inmutable mandato divino y la verdadera Tradición como rígidos, escrupulosos o tradicionalistas.
♦  En este tiempo extraordinariamente difícil, Cristo está purificando nuestra fe católica, de modo que, a través de la prueba, la Iglesia brille aún más y sea realmente luz y sal para un mundo neo-pagano insípido, gracias a la fidelidad y a la fe simple y pura en primer lugar de los fieles, de los pequeños de la Iglesia, de la «ecclesia docta» (la Iglesia que aprende), que en nuestros días fortalecerá a la «ecclesia docens» (la Iglesia que enseña, es decir, el Magisterio), de forma similar a lo que ocurrió con la gran crisis de la fe en el siglo IV.
♦  Me alegró comprobar que algunos periodistas católicos y blogueros de Internet se comportaban como buenos soldados de Cristo y alertaban de la agenda clerical que buscaba socavar la doctrina perenne de Nuestro Señor. Los cardenales, obispos, sacerdotes, familias católicas y jóvenes católicos tienen que decirse: me niego a ajustarme al espíritu neo-pagano de este mundo, aunque sean obispos y sacerdotes los que lo difundan; no aceptaré su uso falaz y perverso de la misericordia divina y del «nuevo Pentecostés»; me niego a ofrecer granos de incienso ante la estatua del ídolo de la ideología de género, ante el ídolo de los segundos matrimonios, de la cohabitación; aunque mi obispo lo haga, yo no lo haré; con la gracia de Dios, elegiré sufrir en lugar de traicionar la verdad plena de Cristo sobre la sexualidad humana y el matrimonio.
♦  Es el testimonio lo que convencerá al mundo, no los maestros, como dijo el Beato Pablo VI en Evangelii nuntiandi. La Iglesia y el mundo necesitan urgentemente testigos intrépidos y francos de la verdad plena de los mandamientos y de la voluntad de Dios, de la verdad plena de las palabras de Cristo sobre el matrimonio. Los fariseos y escribas clericales modernos, esos obispos y cardenales que ofrecen granos de incienso ante los ídolos neo-paganos de la ideología de género y la cohabitación, no convencerán a nadie para que crean en Cristo y ofrezcan sus vidas por Cristo.

Queda suficientemente claro que aún quedan pastores dispuestos a patearles el tablero a los personeros mitrados del Maligno. ¡Que sea alabado el Señor de las batallas, que no nos dio la vida como un armisticio, y que nos sirve la lucha para nuestro refrigerio! ¡Y que nos admita como infantería de los nuevos Atanasios, varones dispuestos a ofrecer un testimonio íntegro de la fidelidad al Verbo, cuya ley es una e inmutable!


San Atanasio, campeón de la divinidad de Cristo

P.S.: La similitud entre la crisis que aflige a la Iglesia en nuestros días y la de los tiempos del arrianismo, a la que alude monseñor Schneider fundándose en unas jugosas páginas del beato cardenal Newman, no estriba sólo en la defección generalizada del clero (especialmente de los prelados) y al hecho de que la fe resulte custodiada casi exclusivamente por grupos de fieles no consagrados, situación más o menos común a ambas crisis. Hay una nota no tan evidente de suyo, pero que establece una profunda comunidad de carácter entre una y otra apostasía. Y consiste en que, si los seguidores de Arrio negaban abiertamente la divinidad de Nuestro Señor, los actuales traidores al ministerio sagrado la niegan implícitamente, al negar la validez perenne de las prescripciones manadas de los labios del mismo Jesucristo. Si la muda en las costumbres y los usos sociales tiene más vigor que las enseñanzas de Aquel que dijo «cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán» (Mt 24, 35), debe necesariamente deducirse que, revocable esta divina lección a instancias del tiempo, Cristo no puede ser ya tenido por Dios. Tal es la trágica afinidad en la caída de unos y otros.