jueves, 6 de noviembre de 2014

COPLILLAS A UNA MEMA

Sin dudas el abandono casi universal de las reglas del discurrir con la razón es un dato altamente significativo del carácter de nuestros días, un verdadero «signo de los tiempos». Lo preveía Belloc al hablar de «aloguismo» (de a-logos); lo señaló hace mucho Lope en los versos que encabezan esta página: señales son del Jüicio / ver que todos le perdemos...

No digamos cuánto cunde esta demencia en la Iglesia, donde el post-concilio trajo una marea de movimientos (carismáticos, neo-pentecostales, focolarinos, etc.) difícilmente reconducibles a la nota de unidad que adorna a la Iglesia desde su fundación. Doctrinas nuevas que anulan la perenne, praxis aberrantes, anarquía, en suma, que agravan el daño ya suficientemente acarreado por el extendido modernismo. Pues bien, una de estas locas floraciones de la crisis puede hallarse en una página digital cuyo nombre hemos afortunadamente olvidado, que cuenta con un favicono o emblema consistente en un corazón más bien del tipo de los que promocionan casas de citas (o "de tolerancia") que de un sitio católico. La tónica de la página en cuestión está dada por el ataque a Francisco desde un emotivismo pre-racional, desde el erizamiento epidérmico, que no desde la razón y la fe, capaces de alentar rechazos mejor fundados. Y el ataque lo extienden a todos aquellos que, no disponiendo (como ellos mismos no disponen) de potestad para juzgar a la Sede Apostólica, siguen llamando Papa a Francisco, pese a las justas y aceradas críticas que al mismo le mueven. Se basan en supuestas revelaciones privadas, de las que exigen poco más o menos el mismo asentimiento que debemos a las dos fuentes de la Revelación y, no obtenido este asentimiento de parte de sus ocasionales adversarios, pasan a ejecutar un ataque como de toro enceguecido contra los mismos, no aceptando la comparecencia de ninguna razón y confundiendo su patente ignorancia con la fuerza argumentativa de la que carecen.

En su locura, se obstinan en desconocer a Bergoglio como al producto de una prolongada crisis de la que fueron en buena parte responsables sus predecesores en el Solio, como si aquél hubiera sido consagrado obispo, creado cardenal y electo papa ex nihilo. El más cerril de los sedevacantistas resulta, así, infinitamente más coherente y sensato que estos nenes caprichosos. Es su papolatría, de sabor claramente herético, la que los hace confundir infalibilidad con impecabilidad: al presentárseles el problema de un papa visiblemente repleto de lunares y caídas, simplemente lo desconocen. En realidad, la anomalía de la situación actual y las diversas irregularidades en la elección de Francisco, que urgen a cualquiera a plantearse prudentes dudas sobre la validez de la misma, ellos las resuelven por el atajo del voluntarismo más agresivo.

Por estos días uno de los ejemplares salidos de ese hervidero, verdadera harpía de la blogósfera, se lanzó, en la casilla de comentarios de una página vecina, a atacar con temeraria saña a la memoria de monseñor Lefebvre. Y de paso, demostrando su afán de tirarle a todo lo que se mueve y emulando muy de lejos a los héroes homéricos, la emprendió -a causa del solo Bergoglio- contra una entera nación. No quisiéramos gastar ni un gramo de tinta en estos que asimilan la noción de «converso» a la del desquiciado sin más, pero tampoco queremos dejar de prestar nuestro humilde espacio al gentil colaborador que nos envía su aporte en verso para escarmiento de estas fieras. Por razones del todo pertinentes, el autor quiso firmar sus coplas con el nombre de un personaje del Quijote (señalado en sus páginas como "embustero y grandísimo maleador"), a quien se supone antepasado de la destinataria de sus versos. Cabe reconocerle, de paso, a nuestro espontáneo vate, aquellas dos bondades de las que carecen notoriamente sus adversarios: espíritu de indulgencia (coloca a la protagonista de sus versos en el purgatorio) y humor.



COPLILLAS A UNA MEMA
por Ginés de Pasamonte

(Filomema llega al purgatorio, donde la reciben los santos papas Juan XXIII, Juan Pablo II, y el beato Pablo VI. Éstos, a causa de su reprensible desempeño al timón de la Barca de Pedro, se ven obligados a remar como galeotes hasta la Parusía, a bordo de un trirreme. A Filomema, por no haber sabido refrenar la lengua en esta vida -y por no haberse avenido a revocar los previos desafueros de su lengua, a la que no osaba contradecir, que en ella tenía vida propia- se le impone la pena de remar en compañía de los pontífices, pero no con los remos sino con la lengua. Éste es el coloquio entre la misma y Juan Pablo II)


- Rema, rema
Filomema.
Rema, y no te aflija tanto
no avistar la costa cerca,
pues acá es pagar remando
hasta la última moneda.
Y, bien visto, no es tan caro
el rescate a tus tonteras.
Rema, rema
Filomema.

Con el músculo que urgías
tan sonoras desvergüenzas,
mece el mar y sus ardores,
refrigerio dale, y cuenta
hasta cien antes de herir
el buen aire con vilezas.
Rema, rema
Filomema.

- Pues, ¿qué, Santo Padre? Fuisteis
tan honrado por mí, cierta
de vivir disimulando
vuestros yerros en la tierra,
y sólo apunté a Francisco,
encubriéndoos con mi lengua.
¿No tendréis de mí piedad?

- Calla, calla, implume necia.
Acreciste mis tormentos
con tus inanes zalemas
que, al resonar de este lado,
dilataban la marea.
Ora cúrvate hacia el agua,
rózala con furia, ¡ea!
Rema, rema
Filomema.

«Mulier taceat in ecclesia»
lo escribió, para que sepas,
el Apóstol, ya previendo
la irrupción de tales hembras
que hablan donde no las llaman,
de lo que ignoran berrean.
Rema, rema
Filomema.

Y Santiago, por ventura,
¿no advirtió sobre la lengua
como de azote sin freno,
de mortal veneno llena?
Lengua de fuego llamóla,
mas no como las que ardieran
en Pentecostés: estotra
asciende de la Gehenna.
Rema, rema
Filomema.

- ¡Santo Padre, que me rindo,
que ya me duele la jeta!

- Más te doliera en el mundo
tu memez, la Filomema.
Y agradece estar a salvo.
Bate y bate con la lengua
sin descanso, hasta que alcances
la decisiva ribera.
Ni el oso hormiguero es dueño
de tan prominente antena,
por cuanto ¡zus! ¡más aprisa!
no cejes en tu tarea.
Más vale entrar mudo al Reino
que conservar esa lengua
y ser arrojado al horno
del llanto y de la blasfemia.
Rema, rema, y no te canses.
Rema, rema
Filomema.