viernes, 21 de febrero de 2014

AMORDAZANTE BUENISMO

Hay una relación insoluble, que responde a la naturaleza misma de las cosas, entre demagogia y despotismo. Entre el líder lisonjero y las turbas que lo aclaman se entabla una empatía fundada en la común aversión a la verdad, a la integridad del bien, a toda forma de pureza y plenitud. Egotismo reflejo, indecoroso "toma y daca" hecho de gestos y alusiones epidérmicas capaces de ocultar sus reales y vergonzosas aspiraciones, las muchedumbres ululantes y aquel que deviene a la vez su heraldo y su verdugo suelen requerir algún sacrificio expiatorio. «Scitis quia hi qui videntur principari gentibus, dominantur eis» (Mc 10,42).

Los líderes ungidos por el clamor de las turbas descastadas suelen padecer de una sed de absoluto a la inversa, renunciatarios del duc in altum a trueque de la exploración de los abismos. Alcáncense o no las cotas irremontables, las «profundidades de Satanás» que dice la Escritura, queda siempre la posibilidad de acorralar al justo y amordazar al profeta: son todas variantes del ofrecimiento a Moloch. El «giro antropológico» del Vaticano II lo pudo: junto con ascenso de los menos dignos y el que la tumefacción fuera celebrada con vivas, se fue logrando, a ojos vista, la inmolación ritual de los aguafiestas.

La intrepidez, como el sol, no ha de faltar muy largamente, y aun en estación tan plomiza el Señor tendrá a bien desatar la lengua de aquellos que, al modo de Quevedo, sean capaces de desafiar a los hodiernos Olivares:
no he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo
pero la Iglesia de masas disimula sus horrores disfrazando de harapientos a sus conde-duques, nimbándolos con una apariencia de austeridad que entraña la rapiña más desbordada. La Iglesia sine nobilitate de Bergoglio (esto es, la que desprecia los signos visibles de la dignidad de sus ministros, depone paramentos pontificios y hace lepra de la curia y roña de las prelaturas), la Iglesia de los heresiarcas arribistas, la neo-Iglesia que niega la dignidad del cargo para proponer el culto a la persona, triunfalista si las hay, no carece de recursos para apagarle el micrófono a Gnocchi y Palmaro y, más recientemente y como es noto, a De Mattei, si sus preocupaciones por el rumbo que se le ha impreso al gobierno de la Nave resultan expuestas con acuidad y buen tino. Y tienen el descaro de pregonar el buenismo. Francamente, ni siquiera interesa saber quién dio la orden: el espíritu es uno y común a súbditos y a superiores, como en las tiranías. Por otro lado ya se sabe, desde los primeros tiempos de la Iglesia, que vendrían tiempos «en que no se podrá sufrir la sana doctrina» (II Tim 4,3).

Ni el solideo ya le queda
Este es el carácter "latinoamericano", de tiranuelos, que Bergoglio lleva al gobierno de la Iglesia, e increíblemente recibe el respaldo del Viejo Mundo. Recuerda a la admiración que los graeculi de las postrimerías dispensaban a los mismos bárbaros a los que antaño despreciaban, quizás porque reconocían en la rusticidad de éstos al menos alguna traza del vigor y la vitalidad que ellos habían perdido en su paulatina decadencia.

Gracias al aporte de nuestra amiga Maite C. publicamos, para rescatarlo de una censura cruel y sin miramientos, un artículo aparecido el pasado 11 de febrero en un espacio virtual que se suma a la ristra de los amordazados por la "pauta oficial", a saber: http://valdejimena-horcajo.blogspot.com, ya inhallable. El autor, un anónimo monje benedictino, repasa las aporías aún no resueltas que planteó hace un año la dimisión de Benedicto XVI y las vincula con algunas profecías privadas bastante divulgadas por estos días. Es mérito de este ignoto autor el volver a llamar la atención sobre el hipotético y no expresado móvil de la renuncia de Ratzinger, y sobre una irregularidad notoria en la declaración del deponente pontífice, que viciaría radicalmente el acto de renuncia. Estas cosas fueron señaladas en su momento sin que nunca se ofreciera una explicación convincente a las mismas (incluyendo la presunta violación de los precintos que sellaban las cámaras pontificias durante el cónclave, de que dimos cuenta aquí), y sin embargo perdura en el éter el ostinato de la elección "canónicamente válida". No nos arrogamos aventurar una conclusión sobre un asunto que nos excede ampliamente: simplemente nos negamos a simular que sea normal la permanencia de dos Papas en Roma, tanto como la unánime aclamación que recibe aquel que ejerce el "ministerio activo" por parte de los enemigos seculares de la Iglesia. Todo en medio de la más ostensible dilapidación del depositum fidei y de la persecución más sañuda a quienes manifiestan públicamente su perplejidad.


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SE CUMPLE UN AÑO DE LA DIMISIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Y LA CRISTIANDAD SIGUE ESTUPEFACTA




San Francisco de Asís:
“Habrá un Papa electo no canónicamente que causará un gran cisma”.

Ana Catalina Emmerick, religiosa agustina:
“Vi una fuerte oposición entre dos Papas, y vi cuan funestas serán las consecuencias de la falsa iglesia (…) Esto causará el cisma más grande que se haya visto en el mundo"

La Santísima Virgen dijo explícitamente en La Salette: 
“Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del anticristo”.

El Papa Benedicto XVI dio a conocer a la Iglesia su renuncia el lunes 11 de febrero de 2013. Ese día leyó una Declaratio que surtió efecto, por deseo suyo, el 28 de febrero a las 8:00 de la tarde. Sin embargo, la decisión de renunciar la tomó con un mes y medio de antelación. Antes de las Navidades de 2012, y con motivo del expediente que le fue entregado el 17 de diciembre, llegó a la conclusión de que era mejor hacerse a un lado por el bien de la Iglesia. De esa decisión fueron testigos su hermano, el Padre George Ratzinger, y otros prelados cercanos al Papa, tal y como lo declaró el Cardenal de Barcelona Lluis Martínez Sistach. 
El expediente que le llevó a renunciar fue elaborado por la comisión de tres cardenales que el Papa nombró para investigar el origen de la filtración de documentos confidenciales conocida como “Vatileaks”. 
Pero es lógico que al Papa no le preocupaban tanto los documentos publicados en el libro “Sua Santità”, escrito por Gianluigi Nuzzi, sino uno específico filtrado directamente al periódico “Il Fatto Quotidiano”, y es el que le entregó personalmente el Cardenal Darío Castrillón, traducido al alemán, y que se refiere al conocimiento que tuvo el Cardenal de Palermo, Paolo Romeo, de que existía un complot para asesinar al Papa. 
El expediente que le entregaron a Benedicto XVI los cardenales Herranz, Tomko y De Giorgi, con la investigación sobre el complot para asesinarlo, llevó al Papa a imaginar el terremoto que su muerte hubiera ocasionado a la Iglesia, desatando una pugna infernal de influencias y maniobras turbias derivadas de los antagonismos internos de la curia de cara a la sucesión. No por temor a la muerte, sino por el posible daño a la Iglesia, el Papa decidió que mejor era retirarse para desmontar las amenazas y adelantar una sucesión pacífica. 
En un Informe que elaboró el sacerdote jesuita Arnaldo Zenteno, publicado el 9 de abril de 2013 en grupobasesfys.blogspot.mx, señala lo siguiente en el número 3): 
“En el encuentro almuerzo con Benedicto XVI en Castel Gandolfo, este le confió al Papa Francisco que una de las causas que influyeron en su renuncia eran las amenazas que recibió y por temor a ser envenenado, pues ya se había tomado la decisión de matarlo, por lo que Benedicto XVI en una jugada para neutralizar ese atentado contra su vida, hace pública su renuncia con lo cual desarmó el intento de matarlo”. 
En este sentido, si bien es cierto que el Papa declaró renunciar “libremente”, el hecho es que en mayor o menor medida fue forzado por la presión de una acometida, por lo que su libertad, según la doctrina canónica, fue condicionada in radice. Si bien el Papa tomó la decisión de renunciar de acuerdo a las facultades que le concede el Código de Derecho Canónico, la tomó bajo la coacción de una violencia moral, lo cual, según el No. 125 del mismo Código, invalida desde la raíz la decisión última y hace inválido el acto. Es como quien libremente decide casarse pero, si hay ocultos presión, miedo o engaño, el matrimonio es nulo por inexistencia, aunque se haya expresado públicamente un compromiso manifiestamente “libre”. 
Hay que reconocer que si bien la Iglesia ha considerado siempre una ley sagrada que la elección del Papa es ad vitam, es bueno que el Derecho Canónico contemple la posibilidad de la renuncia para casos de extrema gravedad, como puede ser el exilio, la persecución u otra causa grave. En este sentido, la renuncia prevista en el Canon 332 del C.D.C. es como una puerta de salida de emergencia, y es conveniente que exista, tanto así que le ayudó a Benedicto XVI a huir de la amenaza que se cernía sobre su persona y sobre la Iglesia, a pesar de que él era consciente, máxime con el ejemplo heroico de su antecesor, de que la elección papal es ad vitam y no es negociable, como tampoco pueden ser negociables sus cláusulas. 
Además, hay un elemento adicional al de la presión, para afirmar que la renuncia de Benedicto XVI fue inválida, y es la evidencia de que en el decreto leído por el Papa no existió renuncia legítima alguna debido a un error en latín. 
En la Declaratio de la “renuncia” del Papa Benedicto XVI, tal y como fue oficialmente difundido por el Vaticano y publicado en L´Osservatore Romano, existe un solecismo muy evidente, es decir, un error sintáctico que consiste en poner de forma incorrecta los elementos de una frase. 
En la parte medular de la renuncia se lee: “declaro me ministerio Episcopi Romae Successoris Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commissum renuntiare” (en español: “yo declaro renunciar al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me ha sido confiado por las manos de los cardenales el 19 de abril de 2005″). Esa frase es totalmente ininteligible, al contener un error gramatical, pues commissum, que depende de ministerio, es complemento del verbo renuntiare, por lo cual debería estar en dativo, en concordancia con él, es decir, debería decir commisso. 
Ahora bien, en derecho canónico, todo escrito legislativo que contenga una falta de latín es nulo. Ya el Papa San Gregorio VII (cfr. Registrum 1.33) declaró nulo un privilegio acordado a un monasterio por su predecesor Alejandro II, “en razón de la corrupción de la latinidad”.
Otro ejemplo. En la epístola decretal Ad audientiam, del Papa Lucio III, que se encuentra en el cuerpo del derecho canónico (cfr. Epístolas decretales de Gregorio IX, de Rescriptis, c. XI) se establece que “la falsa latinidad invalida un rescrito papal”. En ese decreto, el Papa prohibió dar crédito a cualquier documento pontificio “si contiene una falta de construcción evidente”. La glosa (en el texto oficial publicado por orden del Papa Gregorio XIII, en 1582) explica porqué un decreto papal no debe contener ninguna falta, y porqué cualquier error de latín constituye tal presunción de nulidad que ninguna prueba en sentido contrario puede ser admitida. 
Afirmar que un decreto es nulo no significa que necesariamente se trate de un documento falso, pero si revela un error que puede ser manifiesto o subrepticio. Es decir, el Papa Benedicto XVI pudo haberlo redactado con descuido, o cubriendo un verdadero mensaje oculto al haber sido la renuncia realizada bajo presión. Lo primero resulta bastante inverosímil, pues es de suponer que un texto tan importante fue revisado por el Papa no una sino varias veces. 
En conclusión, no parece que el error de latín cometido por Benedicto XVI haya sido una indolencia, sino un propósito intencional, lo cual nos estaría hablando no solo de la nulidad absoluta del decreto pontificio, lo cual es un hecho, sino también de la presión por la que fue motivado, así como de la puerta trasera que el Papa Benedicto quiso dejar abierta. 
 Natalia Tsarkova,  retratista oficial de los pontífices, desconcertada ante los Dos Papas
Lo cierto es que, a partir del 13 de marzo de 2013 comenzaron a cumplirse las profecías que hablan de “Dos Papas en Roma”, existiendo oficialmente uno emérito y otro en funciones. Jamás en la historia de la Iglesia se ha dado esta situación, predicha por santos y místicos, y es muy difícil que vuelva a suceder. 
Lo grave es que, según las profecías y revelaciones privadas, cuando haya dos Papas en Roma (pueden ser los actuales u otros dos en el futuro) habrá un cisma en la Iglesia, una división ocasionada por una herejía del Papa ilegítimo y la reacción del verdadero Vicario de Cristo, el cual alzará la voz para denunciar la apostasía. En ese momento, habrá una repentina invasión de Rusia sobre Europa, en coincidencia con la Guerra de Ezequiel (Ez 38), que consiste en el ataque de Rusia y países árabes en contra de Israel. Entonces, el Papa legítimo será perseguido y tendrá que huir de Roma para refugiarse, mientras que el antipapa se quedará gobernando la Iglesia apoyando la falsa paz, la sacrílega unificación de las religiones. Esa falsa paz será el soporte religioso del gobierno mundial del anticristo. El antipapa traicionará la fe aceptando la coalición de todos los credos y renunciando a la propia identidad católica.

Y hay otras muchas revelaciones privadas y anuncios de jerarcas de la Iglesia:
• Dice el P. Paul Kramer: “El antipapa y sus colaboradores apóstatas serán, como dijo la Hermana Lucía, partidarios del demonio, los que trabajarán para el mal sin tener miedo de nada”.
• Dio a conocer el Papa San Pio X: “He tenido una visión terrible: no sé si seré yo o uno de mis sucesores, pero vi a un Papa huyendo de Roma entre los cadáveres de sus hermanos. Él se refugiará de incógnito en alguna parte y después de breve tiempo morirá una muerte cruel”.

• Juan de Rocapartida: “Al acercarse el Fin de los Tiempos, el Papa y sus cardenales habrán de huir de Roma en trágicas consecuencias hacia un lugar donde permanecerán sin ser reconocidos, y el Papa sufrirá una muerte cruel en el exilio”.