miércoles, 12 de junio de 2013

UN PAPA CANCHERO

Ahora es el presidente uruguayo, José Mujica, el que presta un epíteto hasta hace muy poco tiempo insospechado para un pontífice: «Francisco es un papa canchero que tiene mucho boliche». Así, con las aliteraciones de rigor en un tupamaro chocheante, y lanzando un encomio -como otrora lanzó bombas- que debiera tenerse por el peor de los dicterios. Para la postre del ya confirmado encuentro entre el Papa y el venezolano Nicolás Maduro, estamos en condiciones de profetizar las loas al régimen desde Roma, y un correspondiente «el papa es muy chévere» en boca de su visitante.

«Canchero» es, entre nosotros, no sólo el avezado, el hombre experimentado en su oficio, sino también aquel que exhibe su destreza hasta la presunción, el que confía demasiado en sus mañas, el «sobrador». Y Francisco demostró la oportunidad del apelativo en la ya muy rumoreada reunión amistosa con los religiosos caribeños, de la que se hicieron eco unos cuantos medios, y en la que se permitió soltar no pocas confidencias que lo dejaron demasiado en evidencia, seguro acaso de su incolumidad. Remitimos a http://pagina-catolica.blogspot.com.ar/2013/06/francisco-el-lobby-gay-esta-aqui.html, entre otros medios que lo reflejan y comentan con acierto.

El estupor ante las cuestiones que plantea el desliz del Papa nos deja suspensos. Concretamente, y sin extender más que una mera enunciación: el desprecio por las oraciones que los "grupos restauracionistas" elevan por él (pese a que desde el día de su elección pidió rezasen por él), presentando las cuentas del rosario como a una contabilidad tediosa; el desdén por esas prácticas religiosas que señala como anticuadas, repitiendo los tics más desagradables de la caterva progresista; la despreocupación por los errores doctrinales posibles con tal de fomentar el movimientismo evangelizador (y esto se profiere en una época de notabilísimo caos doctrinal); la inmediata asimilación del misterio de la Encarnación con los pobres; el reconocimiento explícito de la existencia de un lobby gay en el Vaticano, con la dubitativa conclusión de que "hay que ver qué podemos hacer" con un tema de tal gravedad; el reconocimiento, también expreso sin parpadear, de que "yo soy muy desorganizado" para llevar adelante la necesaria reforma de la Curia romana, por lo que queda confirmado -al menos en lo que a este delicado asunto respecta- el gobierno colegiado de los ocho cardenales nombrados para tal fin. Es demasiada cosecha para una sola sazón.

Y, quizás, lo de mayor peso simbólico y más aterrorizante: la presunta alusión al Espíritu Santo -de cuya presencia y acción en el último cónclave parece Francisco jactarse- como Otro. El Señor se refirió al Espíritu de Verdad que enviaría después de su partida a los cielos como Otro Abogado (allon Paraklhton, Jn. 14, 16), pero como «Otro» a secas, es ciertamente muy otro el objeto de su alusión (ver Jn. 5, 43).


Resulta que un gaucho, reliquia del siglo XIX en nuestro ya tan trajinado XXI, vino en conocimiento del tratamiento de «canchero» y de otros que el Papa viene permitiendo y alentando para consigo con no usitada promiscuidad léxica. Y él quiso también hacer su aporte, seguro de que la dignidad de papa es intocable incluso por el mismo Papa. Y le salió esto, en defensa del Papa y en detrimento de Francisco:

El Pancho es papa canchero
con mucha noche y boliche.
No un santón, siquier derviche,
aunque cuece su puchero.
¿Conchabará un cocinero
áura que habla en cocoliche?

Un papa de poncho. ¡Qué p... icha!
Ni el más curda lo apostaba.
Tiologías champurriaba
de la color de salchicha.
Ni limonada ni chicha
pa´ nuestra sed nos la daba.

¡Pucha, que jué bien ligero
pa´ encomiendarse a Espedito!
Dizque sin chucho y sin grito
se arrió a tuito el alto clero,
y en la elición jué primero
porque Otro le dio el remito.

Yo malicio que pa´tanta
complaciencia que le tienen
los herejes, ¡qué me vienen!
ha de haber cosa no santa.
Yo quisiera ver a cuánta
Su Santidá la sostienen.

Pero creamé, aparcero,
lo pior es cuando relincha
que su dinidá lo hincha
diciendo: «mitra no quiero.
Ensillenmén otro apero:
lazo, bozal, jerga y cincha».